Nina toma todas las precauciones del mundo, mete la Ilave en la cerradura y sale a la noche estrellada. En ese momento descubre la sensación embriagante que pro- duce el suave aire nocturno cuando el viento del mar le acaricia la cara. Su corazón late a mil por hora. Está sola y es de noche. El sonido del mar se oye más claramente que durante el día. Se sienta en la pequeña banca de ma- dera de la miniterraza y se quita la piyama para ponerse el jean. Tiene tanto miedo que casi siente náuseas. Sus manos tiemblan y casi no puede amarrarse los cordones. Está lista, solo le queda por enfrentar la noche negra del jardín, recoger la bolsa escondida al lado de la cerca y buscar a Malo e Yvon en el portal, ¡si es que están en el punto de encuentro! Baja los peldaños de la escalinata. Las hojas crujen en los árboles como si fueran….